"Bien, entonces -dijo Sir Archibald el Inquieto-, tomemos un trago. En las rocas.", dijo, sacando el centenario estuche celta de la cómoda de madera de teca y vertiendo hábilmente una cantidad adecuada en los vasos que habían pertenecido a la familia prácticamente desde siempre. Dispuso los vasos con monograma y nombre , colocó a un lado la caja de madera que, según las crónicas, Sir Archibald había tallado en su día en un tronco escocés. (Convenientemente, las iniciales de lo nombres de todos los herederos del clan comienzan con la misma letra; de lo contrario, habría que tallar nuevos trozos de madera cada vez... pereza ¿no? porque se puede ser muy Sir pero habrá que cuidar nuestro planeta...)

A continuación, tomó las piedras de granito del congelador (una compra reciente - uno se mueve con los tiempos...) y las hundió en el vaso personalizado con sus propias pinzas en la malta de turba. Levantó su copa: "Salud" queridos. ¿Cena a las nueve, como siempre?"